EJERCICIOS ESPIRITUALES

SEGÚN EL MÉTODO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

¿Por qué hacerlos?

  • Muchos santos se han convertido en los Ejercicios y los han predicado y difundido.
  • Los Papas los han recomendado en más de 590 documentos a lo largo de 400 años.

CONSIDERACIONES PARA VIVIR INTENSA  Y PROFUNDAMENTE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

Consideración de los pecados: Nuestra mirada se centra en el amor misericordioso de Nuestro Dios, su ternura y su plan para nosotros. Reconocemos en nuestra vida pasada y presente aquello que no le agrada para que podamos llegar a vivir como el Señor quiere. Disponemos el corazón abierto a hacer una confesión sacramental sincera y profunda.

 

Contemplamos La vida de Cristo: Al contemplar la vida de Jesús estamos más dispuestos a conocerlo, amarlo, seguirlo e imitarlo. Viviremos de acuerdo a las exigencias de su Reino, le serviremos, nos amaremos unos a otros y daremos gloria a nuestro Padre Celestial y diremos como San Pablo: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Reconoceremos que Jesús es Rey y Salvador divino y nos ha llamado a evangelizar a nuestros conocidos y al mundo entero.

 

La Pasión de Cristo: Entrar en la amarga Pasión de Cristo con Él es ingresar en el misterio insondable de sabiduría, vida y fecundidad que ha fascinado a los santos de todos los tiempos, hasta llegar a decir: “Estoy clavado en la cruz con Jesucristo”. Debes seguir a Cristo identificándote con El. Al considerar todo lo que padeció Jesús por mis pecados, ¿qué debo yo hacer y padecer por El?

 

La Resurrección y Ascensión: La resurrección espiritual es la culminación de toda la vida cristiana. Tras una profunda transformación de nuestra alma para entregarla a Cristo glorioso y Rey del universo, El reinará en nuestros corazones: “Toma Señor mi libertad, mi memoria, mi voluntad, y todo lo que tengo. Tú todo me lo diste y a ti lo devuelvo para que dispongas libremente de mí: Me basta tu Gracia.”

 

 
NORMAS PRACTICAS PARA HACER LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
 
 Los Ejercicios Espirituales son «una fuerte experiencia de Dios, suscitada por la escucha de su Palabra, comprendida y aceptada en la propia vida, bajo la acción del Espíritu Santo, que, en clima de silencio y oración, y con la mediación de un guía espiritual, da la capacidad de discernir, con vistas a la purificación del corazón, el camino que lleva a la conversión de la vida y al seguimiento de Cristo para cumplir la propia misión en la Iglesia y en el mundo». JUAN PABLO II, 12 de febrero de 1994

«Nótese que los Ejercicios no han sido escritos para ser “leídos”, sino para ser “vividos”, durante y después del Retiro. El secreto de su irresistible eficacia está en que van dirigidos directamente al corazón del hombre, provocando en él un cambio profundo, una “nueva manera” de ser, de pensar y de obrar. La solución a todos los problemas está en la conversión total del hombre. ¡No hay sociedad si no hay “hombres”! ¡Y no hay “hombres” si no están llenos de Dios!». P. JOSÉ LUIS TORRES-PARDO C.R. Fundador del Instituto Cristo Rey

 

El hambre y la sed de Dios, alma de los Ejercicios: No son un curso de teología sino una búsqueda de Dios, un tiempo de oración y de contemplación. Todo en estos días se ordena a que puedas tratar libremente con Dios: apartamiento del mundo, silencio, pláticas del sacerdote… En un diálogo personal e íntimo, donde debes despertar la sed de Dios con todas tus fuerzas y dejar que Él te ilumine y lleve con su gracia. Vienes a apartarte definitivamente del pecado, dejar la tibieza y encaminarte eficazmente hacia la santidad. San Ignacio te enseñará a tratar con Dios mediante muchos estilos de oración: meditación, contemplación, aplicación de sentidos, oración litúrgica, “oración por compás”, etc. Puede ayudarte la lectura de la Imitación de Cristo III, 1-3 (sobre la voz interior de Dios y las disposiciones para oírlo). Te llevarás en el alma lo que hayas asimilado meditando; lo demás pasará.

 

Silencio: Si realmente tienes deseos de conocer las cosas de Dios y adelantar en el camino de la santidad, el silencio no será una obligación, sino una necesidad. “Silencio de los hombres y silencio de las cosas” (Juan Pablo II). Y ello en sus dos facetas: Ante todo silencio interior, que consiste en acallar otros pensamientos, preocupaciones e inquietudes que distraen al alma de lo único necesario (Lc 10, 38-42). También silencio exterior, por parte tuya y de los otros ejercitantes. Sólo así sacarás fruto, sólo así escucharás la voz de Dios. Sobre los frutos de la soledad y el silencio puedes leer la Imitación de Cristo I, 20. 

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